María Cusco es una voluntaria fiel que desde hace más de dos años haciendo un esfuerzo sobre todo de tiempo, acude cada semana al centro social para ayudar a los niños de secundaria en sus tareas escolares. «Crecí inmersa en el mundo del trabajo social gracias a mi madre, educadora social en un centro de menores. De manera no oficial, pasé mucho tiempo con esos niños, lo que me hizo saber desde temprana edad que este era el ámbito al que quería dedicarme. Aunque mi trayecto hasta el centro social implica más de una hora en tren y autobús, pero merece la pena».
La voluntaria cuenta cómo le ha ayudado a conocer realidades diferentes a las que ella ha vivido y a agradecer lo que tiene. “Es profundamente enriquecedor interactuar con estos niños; me permite asomarme a otra realidad y, a la vez, contribuir a su desarrollo académico. Esta experiencia me ha abierto los ojos a las carencias que existen y, al mismo tiempo, me ha enseñado a valorar enormemente todo lo que tengo a mi alrededor”.
Son cada vez más los voluntarios que ya diferencian entre hacer voluntariado y ser voluntario, “para mí el voluntariado es sinónimo de compromiso. No es algo que se pueda tomar a la ligera o hacer de forma intermitente; es la conciencia de una necesidad real la que impulsa a venir sin dudarlo. Es saber que estás realizando una contribución significativa, tanto para ti como para la persona a la que ayudas”.


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